BUCAREST.– El invierno se acerca y ya se puede ver un árbol de Navidad a medio construir en una plazoleta frente al descomunal Parlamento que Ceaușescu mandó construir en los años 80. Un Skoda circula al lado de un Tesla por las siempre congestionadas calles de esta capital ecléctica, en la que los edificios de estilo comunista y bizantino se combinan con los rastros opulentos de cuando llegó a ser llamada la “pequeña París”. Nada parece sugerir que alguien esté pensando en una guerra.
Pero puertas adentro todo es distinto. En el desayuno de un hotel de una cadena internacional, dos soldados vestidos de uniforme con insignias de la OTAN y de Francia se sirven huevos revueltos y café. Y en ministerios y oficinas, funcionarios y empresarios dicen con preocupación que el país está siendo blanco de una implacable guerra híbrida de Putin, y que debe repensar su estrategia de defensa ahora que Estados Unidos acaba de ordenar un repliegue de tropas en las bases de la OTAN que hay en su territorio, sobre el mar Negro.
Desde el interior del país llegan noticias más inquietantes. Solo durante esta semana, dos localidades cercanas a la frontera con Ucrania debieron ser evacuadas tras el ataque de un dron ruso a un barco que transportaba gas, y aviones de la OTAN fueron desplegados ante una nueva incursión de un dron en el espacio aéreo rumano.
Ese es el clima que se vive hoy en Rumania, el país que tiene la frontera más extensa con Ucrania –más de 600 kilómetros– y una costa estratégica en el mar Negro. En la primera línea del flanco oriental de la OTAN, enfrenta simultáneamente las amenazas directas de la guerra en Ucrania y la incertidumbre generada por las provocaciones rusas.
Desde la invasión rusa a gran escala de Ucrania en 2022, Rumania ha sido un firme defensor de Kiev: le ha proporcionado apoyo financiero y sistemas de defensa. Además, se ha convertido en una ruta clave de exportación para el grano ucraniano, ya que los bombardeos rusos han paralizado el trabajo de los puertos en Ucrania, y ha albergado a refugiados que escaparon del conflicto.
Ese involucramiento convirtió a Rumania en un objetivo directo de la guerra híbrida rusa, con amenazas que van desde incursiones militares hasta una injerencia política masiva que obligó a anular unas elecciones presidenciales. Como otros países del flanco oriental, Rumania ha registrado incursiones aéreas, y restos de drones rusos dirigidos a Ucrania han caído en territorio rumano, al igual que en otros países como Polonia y Estonia, en los que Putin está buscando desestabilizar y poner a prueba la capacidad de reacción de la OTAN.
Como respuesta inmediata, Rumania, junto con Polonia, está desplegando el nuevo sistema defensivo antidrones estadounidense Merops. Este sistema, que utiliza inteligencia artificial, está diseñado para identificar y neutralizar drones a un bajo costo, cubriendo las brechas en los sistemas de radar tradicionales, que tienen dificultades para detectar objetos que vuelan bajo y lento. La demanda de esta tecnología creció tras incidentes de drones en el espacio aéreo polaco y rumano.
Rumania es también uno de los países que más ha sufrido la injerencia rusa en la política, y atravesó una crisis electoral sin precedentes. En diciembre pasado, el tribunal constitucional anuló la elección presidencial y ordenó una repetición tras alegaciones y pruebas de posible interferencia rusa.
Un documento desclasificado por el presidente saliente Klaus Iohannis culpó a un “actor patrocinado por un Estado” de una campaña masiva de influencia en redes sociales como TikTok para favorecer a Calin Georgescu, un político hasta entonces marginal y virtualmente desconocido, que logró pasar de manera sorpresiva al balotaje, tras una campaña en la que había declarado que pondría fin al apoyo a Ucrania. “Rusia intentó imponernos un presidente”, afirmó.
Sin embargo, fue el candidato proeuropeo y exalcalde de Bucarest, Nicusor Dan, el que se impuso finalmente en las elecciones presidenciales celebradas este año, echando por tierra las intenciones de Moscú y frenando de paso el avance de la ultraderecha en Europa.
El recelo del Kremlin con Rumania no es nuevo. Se trata de un antiguo país del lado oriental de la Cortina de Hierro que, tras una accidentada transición del comunismo, fue aceptado en la Unión Europea en 2007 y ha basado su estrategia de defensa durante décadas en una asociación estratégica con Estados Unidos, con grandes inversiones en sistemas de defensa de fabricación norteamericana como los misiles Patriot, los cazas F-35 y los tanques Abrams.
Funcionarios norteamericanos han elogiado a Rumania por su papel como garante de la seguridad en la región del mar Negro y por cumplir con sus compromisos de gasto en defensa. La presencia militar de Estados Unidos en Rumania es un pilar esencial para la disuasión en el flanco oriental.
Sin embargo, algo pareció cambiar cuando Estados Unidos informó a Rumania y a sus aliados que retiraría parte de sus tropas desplegadas en ese país. La decisión implica la suspensión de la rotación en Europa de una brigada, ya que el ejército estadounidense está reorientando su enfoque hacia otras prioridades, como demuestra la llegada del portaaviones Gerald Ford a aguas del Caribe. Aproximadamente mil soldados estadounidenses permanecerán en Rumania.
Los funcionarios rumanos afirman que nada cambia, pero por lo bajo reconocen que no es una buena noticia ni llega en un buen momento, ya que puede envalentonar a Putin a seguir su juego.
Más allá de las últimas negociaciones alrededor del plan de paz propuesto por Estados Unidos para poner fin a la invasión rusa de Ucrania, nadie en esta ciudad cree que el líder del Kremlin vaya a detener allí sus ambiciones expansionistas.
Para compensar la inquietud generada por la retirada parcial de tropas estadounidenses y para demostrar la unidad y velocidad de respuesta, la OTAN intensificó sus ejercicios militares en Rumania. En las últimas semanas realizó una demostración de fuerza a gran escala conocida como “Dacian Fall”.
“No sé si era el mejor nombre”, ironizó un funcionario de la cancillería, en alusión al juego de palabras en inglés. Lo que debía leerse como “Otoño en Dacia” (el nombre de esta región en tiempos del Imperio romano), también puede entenderse como “la caída de Dacia”.
El simulacro anual, que este año cargó un peso adicional, se llevó a cabo en las escarpadas montañas de Transilvania. Participaron 5000 soldados de la OTAN, algunos de los cuales todavía pueden verse en Bucarest.
Los ejercicios estuvieron diseñados para demostrar que los aliados de la OTAN están listos para trabajar juntos y reforzar el flanco oriental de manera rápida en caso de tener que responder a un ataque ruso. En uno de los despliegues más grandes de su ejército, Francia envió tropas y equipo militar a Rumania para probar cuánto tiempo demoraría la movilización hasta tomar posiciones cerca de Rusia. El transporte de las tropas francesas involucró el uso de un barco (dos días hasta Grecia y tres más para cruzar Bulgaria), cinco aviones y once trenes. ¿El resultado? El funcionario dijo que no podía dar la respuesta, pero que las tropas desde Francia tardarían en llegar “días, no semanas ni meses”.


