En el mundo de la computación cuántica, donde la teoría es clara pero la práctica aún está evolucionando, Jan Goetz — cofundador y CEO de IQM, que desarrolla ordenadores cuánticos — sube al escenario en el Web Summit de Lisboa para distinguir entre lo que ya se puede entender y lo que aún escapa a la percepción humana.
Durante su discurso, Goetz enfatizó cómo las matemáticas subyacentes a los fenómenos cuánticos son "perfectamente claras y coherentes", pero lo que sigue siendo desafiante es explicarlas y aceptarlas intuitivamente, ya que no tenemos experiencia directa de ellas.
Jan Goetz, CEO de IQM, habla sobre el advenimiento de los ordenadores cuánticos en el Web Summit de Lisboa
"Cuando dejamos caer una botella, entendemos la gravedad porque la observamos", explicó. "Pero con los cuantos, es diferente: no vemos fotones o átomos en dos lugares simultáneamente, y por esta razón, la mente humana lucha por concebirlo."
Es esta brecha entre la teoría y la percepción lo que hace que la comunicación de la física cuántica sea tan fascinante como compleja.
IQM es la empresa con capacidad para producir el mayor número de ordenadores cuánticos por año. Hasta 20 cada año.
En el frente tecnológico, Goetz cree que la llamada ventaja cuántica, o el momento en que los ordenadores cuánticos realmente superarán a las supercomputadoras tradicionales en problemas prácticos, ya no es una utopía distante.
Según las estimaciones de IQM, "las primeras aplicaciones reales llegarán en tres o cuatro años", especialmente en el campo de la simulación molecular.
En los últimos años, varias empresas han publicado sus hojas de ruta de hardware, mostrando un progreso tangible: los ordenadores cuánticos son cada vez más potentes, y las comunidades de investigación ya pueden ejecutar algoritmos vinculados a aplicaciones del mundo real, aunque limitados a "problemas de juguete".
Goetz proporciona un ejemplo concreto: "Podemos optimizar el horario de unos pocos trenes en unas pocas estaciones, pero aún no todo el sistema ferroviario portugués". La limitación actual es el tamaño de los procesadores, aún demasiado pequeños para abordar problemas a escala industrial.
Simultáneamente, Goetz enfatiza la importancia de desarrollar no solo el hardware sino también el software cuántico, un campo aún en plena evolución. "La arquitectura final no ha sido definida: por eso creemos en un enfoque abierto, donde la comunidad co-desarrolla el software con nosotros". IQM, de hecho, colabora con importantes centros de computación para hacer que sus ordenadores sean accesibles y mantener el software modular y de código abierto.
Entre las asociaciones más recientes, destaca la realizada con NVIDIA, con la que la empresa ha co-desarrollado soluciones para la corrección de errores cuánticos.
Goetz identifica una tremenda oportunidad justo en la capa intermedia de la pila de software: el llamado firmware cuántico, que es el nivel que conecta el hardware con los algoritmos. "Es un área aún subdesarrollada pero con un enorme potencial", afirma. "Aquellos que logran optimizar esta parte pueden lograr mejoras significativas en el rendimiento".
El mensaje final es claro: la innovación cuántica requiere apertura, colaboración y visión a largo plazo. Solo de esta manera la promesa de la computación cuántica —actualmente confinada a los laboratorios— puede convertirse en una realidad concreta y transformadora dentro de la próxima década.


