En la isla de Saaremaa, a orillas del mar Báltico, un hallazgo arqueológico desafió las ideas convencionales sobre los barcos funerarios vikingos. Más de 40 guerreros, procedentes de la región sueca de Mälaren, fueron enterrados entre los años 650 y 750 d.C. en dos embarcaciones dispuestas con una solemnidad llamativa, en lo que se conoce como el enigma de los entierros de Salme.
Según National Geographic, este caso destaca tanto por el tamaño del grupo enterrado como por las preguntas que genera sobre la pluralidad y el simbolismo de los ritos mortuorios nórdicos.
El contexto del descubrimiento es tan relevante como su contenido. Según relata National Geographic, tras una expedición que terminó en violencia en la costa de Saaremaa, los supervivientes trasladaron dos barcos a más de 90 metros tierra adentro.
Allí, en el pueblo de Salme, sepultaron las embarcaciones separadas por 36 metros y dispusieron los cuerpos de sus compañeros con un orden que sugiere calma y cumplimiento riguroso del rito. El análisis forense confirmó que la mayoría de los fallecidos eran hombres jóvenes y altos, varios con heridas de armas blancas y al menos cuatro hermanos, según los estudios de ADN.
Las naves, fabricadas con tablones superpuestos y remaches de hierro, representan la evidencia arqueológica más antigua de embarcaciones de guerra escandinavas en el Báltico oriental. Junto a los cascos se encontraron más de 100 puntas de flecha, varias incrustadas en la madera, lo que constituye una prueba física excepcional de combates navales vikingos.
En el barco conocido como Salme I los cuerpos fueron sentados; en Salme II se distribuyeron en cuatro capas separadas por arena. Los cadáveres se cubrieron con grandes escudos redondos de madera y tela —probablemente confeccionados con las propias velas— y se depositaron espadas a su lado, algunas dobladas de forma ritual.
El ajuar funerario hallado en Salme es tan variado como revelador. Se encontraron peines ornamentados de asta de ciervo, pequeños candados, cuentas, colgantes hechos de colmillos de oso, placas de bronce y hierro, así como numerosas puntas de flecha, todos de inconfundible estilo escandinavo.
Restos de animales sacrificados—ovejas, cerdos, vacas y varios perros, uno de ellos decapitado y otro partido en dos— refuerzan la sensación de un ritual complejo y cargado de simbología.
La disposición precisa de los objetos y la ausencia de rapiña evidencian que los supervivientes dispusieron de tiempo suficiente para cumplir con las costumbres vikingas, sin apremio ni temor a saqueos.
Uno de los elementos más sobresalientes del descubrimiento es la presencia de más de 300 piezas de hnefatafl, un antiguo juego de estrategia similar al ajedrez, elaboradas en hueso de ballena y marfil de morsa. La pieza del “rey” apareció en la boca o cerca del esqueleto más ornamentado de Salme II, lo que los expertos interpretan como una señal deliberada del estatus elevado de ese individuo
El hnefatafl, según explica National Geographic, simbolizaba un conflicto en el que el rey y su pequeña guardia intentaban escapar de un cerco. La inclusión de la pieza del “rey” en el entierro apunta a un mensaje sobre liderazgo, destino y el desenlace trágico de la derrota en la guerra.
El simbolismo del hnefatafl y la posición clave de la pieza del “rey” captaron la atención de los investigadores. El juego, asociado a la destreza militar y la inteligencia táctica, aparece en otros entierros de élite, lo que refuerza su vínculo con la autoridad y la preparación para la otra vida. En Salme, la pieza del “rey” sugiere que el líder, como en el juego, no pudo evitar el cerco enemigo.
De acuerdo con Neil Price, experto citado por National Geographic, los funerales vikingos eran actos profundamente personalizados, diseñados de acuerdo con la historia y el estatus del difunto. El ajuar, los animales sacrificados y los objetos simbólicos componían una narrativa singular que convertía el funeral en el último acto de una vida dedicada a la guerra, el comercio o la exploración.
Comparada con otras prácticas nórdicas, la de Salme sobresale por la formalidad y la riqueza del ritual, así como por la ausencia de rapiña, lo cual la distingue de la mayoría de los hallazgos conocidos.
La variedad de costumbres funerarias vikingas queda patente en la alternancia entre cremación y entierro, en túmulos que variaban en tamaño y ornamento, y en la disposición variable de armas, herramientas, animales e incluso personas.
Los entierros en barco, aunque icónicos, no eran los más frecuentes y su significado sigue siendo objeto de debate. La singularidad de Salme profundiza el misterio e invita a nuevos enfoques sobre la muerte y el simbolismo en el mundo vikingo.
National Geographic destaca que, mientras los arqueólogos avanzan en el estudio de Salme y otros descubrimientos recientes, como las tumbas vikingas de Åsum en Dinamarca, la complejidad de los rituales mortuorios nórdicos se hace cada vez más evidente.
El caso de Salme demuestra que la muerte, para los vikingos, era el cierre de una historia y también la oportunidad de narrar, a través de símbolos, advertencias sobre el destino y el valor del liderazgo. El “rey” de Salme persiste como recordatorio de que, a veces, ni la astucia ni el coraje son suficientes para alcanzar la salvación.


