La presión que ejerce Donald Trump sobre su contraparte mexicana sobre el Tratado de Aguas está vigente desde 1944. Este tratado obliga a nuestro país a enviar una cantidad determinada de vital líquido cada cinco años a Estados Unidos. La presión es muy violenta con la amenaza de incremento a aranceles en un 5 por ciento.
Sin considerar que ese incumplimiento se debe a la extrema sequía que azota la frontera norte desde hace varios años, no es posible atender la petición en el corto plazo. Esto compromete al campo y a varias zonas metropolitanas del norte de México, como en Nuevo León, Chihuahua y Tamaulipas, entre otras.
Y no es que se niegue a cubrir la cuota respectiva de agua, sino porque se carece de ella, por lo que la presidenta Sheinbaum pidió más tiempo para cumplir con el compromiso y para ello se llevan a cabo diversas reuniones entre ambos gobiernos.
La petición del mandatario norteamericano es con un sentido de urgencia para recibir el pago en este mes de diciembre. En caso de no hacerlo, se impondrá un arancel del 5% a los productos mexicanos que se exporten a EU. Esto, a todas luces, es injusto y arbitrario.
En primera instancia, para atenuar el problema, se acordó la entrega de más de 249 millones de metros cúbicos de agua a la Unión Americana. La Secretaría de Relaciones Exteriores informó que nuestro país no cometió ninguna violación en el Tratado de Aguas de 1994, y en cambio, hizo entregas adicionales.
El Tratado signado en 1944 entre ambas naciones establece la asignación de las aguas de los ríos Tijuana, Colorado y Bravo desde Fort Quitman, Texas, hasta el Golfo de México, en donde se define la asignación de agua del Bravo a los EU y del Colorado a México.
El acuerdo de aguas ha funcionado bien durante 50 años como una herramienta para la resolución pacífica de problemas de gestión del agua transfronteriza; empero, desde finales del siglo XX, las entregas de agua por parte de nuestro país no han sido suficientes.
El caso es que, si no es por una cosa, es por otra. Pero México está sujeto al castigo de aranceles. Ya sea por los narcoterroristas, o por el gusano barrenador, por el agua, el jitomate, el aluminio, el acero y todo aquello en donde pueda sacar raja política y económica el magnate inmobiliario.
Ante este golpeteo sistemático, Sheinbaum ha optado por la mesura y la prudencia; algunos le llaman miedo, pero lo cierto es que a veces es desesperante cómo traga sapos la doctora.
Las cartas que juega Trump para doblegar a la presidenta tienen como comodín la información delicada que compromete a AMLO, familiares y algunos de sus colaboradores y gobernadores, porque, si no fuera el caso, no se explica la actitud pasiva y sumisa del gobierno de la 4T.
Desde luego, hay mucha culpa de parte del actual gobierno y de las gestiones anteriores, pasando por AMLO, pero se debería tener una posición más digna y soberana ante los arranques trumpistas.
En el tema del Tratado de Aguas, se vislumbraba desde hace varios lustros que cada vez sería más difícil cumplir con el envío del líquido a Estados Unidos debido a la extrema sequía que azota el norte del país por el cambio climático.
Sin embargo, se ha hecho muy poco para buscar otras alternativas que generen agua en territorio nacional. Las nuevas tecnologías para “sembrar” agua podrían ayudar a desplazar los excedentes de las cuencas del centro y sur del país.
Este año, esos excedentes fueron de tal nivel que provocaron inundaciones sin precedentes en Veracruz, Tabasco, Chiapas, SLP, Puebla, Hidalgo, Querétaro, Estado de México y hasta en la capital del país.
En algunas regiones hay sequía y en otras, inundaciones; es un modelo mundial que se acentúa conforme pasan los años. Sin embargo, mientras que en otros países se saca agua de las piedras y del desierto, como ocurre en Israel, aquí se deja todo a la deriva y a la benevolencia de la naturaleza.
Los gobiernos del PRI, PAN y Morena no han invertido en infraestructura para suministrar a las grandes zonas urbanas y al campo el agua necesaria y suficiente; todo se ha dejado de forma incierta y a que los propios campesinos y productores de alimentos se rasquen con sus propias uñas. Sin embargo, ahora con la nueva Ley de Aguas, en donde se le otorga al gobierno toda clase de potestades sobre derechos particulares y de comunidades agrícolas, pues se complica el escenario a futuro.
La bota de Trump no deja ni respirar al gobierno mexicano; veremos hasta cuándo se libera esa presión.
