Hay un fenómeno que el psicólogo Joseph Knobel Freud comenzó a observar hace años en su consultorio y que, con el tiempo, dice, se volvió cada vez más frecuente. Se trata de una gran dificultad a la hora de agendar sesiones con sus pacientes pequeños.
“Es impresionante, muchos chicos tienen una agenda tan cargada que se vuelve complicado coordinar una hora para que vengan al psicólogo. Los padres te dicen: “No, ese día no puede porque tiene inglés”, “este otro día tiene karate o tiene judo o francés”... Los cargan de tantas actividades que nunca están en casa. Papá y mamá tampoco están en casa”, afirma.
No son solo los celulares y los videojuegos los que hiperestimulan a los niños y los adolescentes, sostiene: muchos chicos de estratos socioeconómicos medios y altos también se ven afectados por una cantidad de actividades y compromisos que este psicoanalista y filósofo estadounidense, radicado desde hace varias décadas en España, considera “absolutamente insólita”.
Knobel Freud, miembro fundador de la Escuela de Clínica Psicoanalítica con Niños y Adolescentes de Barcelona y miembro honorífico del Concilio Mundial de Psicoterapia - además de sobrino nieto de Sigmund Freud- estuvo presente en el último congreso del Instituto Fernando Ulloa, donde dio una conferencia sobre los desafíos clínicos en el tratamiento de niños y adolescentes.
Luego del evento, conversó con LA NACION y profundizó sobre las problemáticas que considera claves para entender la crisis de salud mental que hoy atraviesa a niños y adolescentes a nivel global. Habló de “padres adolescentizados”, de “niños solos, como en la isla de Peter Pan”, y de los problemas que produce el huir constantemente del aburrimiento.
Pero por sobre todo, puso el foco en la principal consecuencia que, desde su perspectiva, todos estos fenómenos producen: “Muchos chicos hoy se sienten extremadamente tristes y solos, y eso a algunos los lleva a una depresión profunda”, sostuvo, durante la entrevista, en la que también planteó recomendaciones para padres y para adolescentes.
—Usted comparó al pasar, durante su charla en el congreso Ulloa, la soledad de los chicos con la de los niños perdidos de la isla de Peter Pan. ¿De dónde surge esta comparación?
—Los niños en la isla de Peter Pan están perdidos y el único que manda es el capitán Garfio, que es el único malo de todos los cuentos infantiles que, más que miedo, da pena o, por lo menos, da ganas de burlarse de él. El cocodrilo le comió el reloj; es un capitán sin poder. El capitán sin poder es la imagen de los adultos en el mundo de los niños y adolescentes de hoy. Nadie manda. ¿Qué es lo que ocurre? Yo creo que hoy los niños están perdidos porque los adultos no les hacen caso.
—Y, ¿por qué sucede esto?
—Porque hoy los padres, en muchos casos, están adolescentizados, son más narcisistas. Hacen entre ellos sus cosas de adultos, está cada uno en su película, en su rollo, y no se conectan con sus hijos. Todos estos padres que colocan al chico todos los días en francés, en judo, en tal y tal actividad, es porque ellos también se colocan: te dicen: “Tengo mi grupo de yoga”, “tengo mi grupo de meditación”, etcétera. Incluso hay matrimonios que te llegan a decir: “Nosotros duramos tantos años porque ella está en su cuestión y yo en la mía”. Es una idea que, creo, habría que reformular.
Estamos en una sociedad de alto consumo, es decir, el adulto también ha idealizado una forma de ser que no tiene mucho que ver con la realidad. Posiblemente se escapan de la realidad porque la realidad está muy cruda y hay escapatorias de la realidad que les permiten generar mundos personales.
—Esta soledad que menciona que afecta hoy a tantos chicos, ¿está relacionada con la crisis de salud mental que hay a nivel mundial?
-Sí. Creo que esta soledad lleva a la depresión y la depresión es pandémica hoy por hoy entre niños y adolescentes, además de que es un tema tabú del que se habla poco. Lo que se ve en líneas generales es que muchos adolescentes se sienten terriblemente tristes y solos. Cuando los niños atraviesan la adolescencia, que es un momento de crisis, de malestar, necesitan que alguien los mire, incluso que los cuestione, que les discuta, pero no que no les hagan caso.
—Hoy hay muchas madres y padres que comentan que, por más que quisieran pasar más tiempo con sus hijos y que sus hijos pasen menos tiempo frente a una pantalla, los dos trabajan todo el día, por lo que la dinámica se complica. ¿Qué se hace en esos casos?
-Yo no les voy a pedir a los padres de los adolescentes actuales que dejen de trabajar para estar con sus hijos, porque, además, no tiene sentido. Sí les voy a pedir que, cuando estén con sus hijos, hablen. Que hablen de cualquier cosa: que les cuenten sobre sus trabajos, que les pregunten a los chicos sobre sus temas.
Hace un tiempo me trajeron a un adolescente adicto al Fortnite, un juego online. Fue muy interesante, además, porque yo lo saqué de la adicción jugando con él al Fortnite. Pero una de las cosas que le pregunté a su padre cuando vino a la consulta fue: “¿Usted sabe de qué se trata el juego?”. “Ah, no, yo solo sé que mi hijo está todo el día pegado”, respondió. ¿Cuál será el porcentaje de padres que se acercan a la computadora de su casa para ver a qué juega el chico y a jugar con él?
Yo hablo con los chicos de su mundo, de lo que les atrapa a ellos, de por qué les gusta el anime japonés o los grafittis. Quiero que puedan compartir su mundo conmigo. Este diálogo que puedo tener con un niño como psicólogo me encantaría que lo tenga un papá con su hijo.
—¿Qué le recomienda a los padres para los momentos en que, por diferentes motivos, no pueden estar con sus hijos?
—Que le busquen a los chicos actividades que no impliquen formación, sino simplemente tener contacto con otros menores. Porque una de las cosas que hoy también se está perdiendo son lugares en donde ellos se puedan encontrar para hablar de la última serie que están viendo, para mirar revistas o simplemente para aburrirse entre ellos.
Aburrirte con tus pares es muy creativo y ayuda mucho a tejer relaciones verdaderas. En cambio, si todas las tardes tienes judo, clases de esto y de lo otro, podés decir ‘estos son mis compañeros de judo’, pero no te estás relacionando realmente. Es distinto decir: “Estos son los amigos con los que me encuentro en el parque para mirar las hojitas de los árboles e inventar juegos”. Así es como los niños hacen amistades reales.
—Lo importante sería entonces buscar lugares, como clubes, donde los chicos puedan simplemente pasar el rato con otros.
—Sí. Hay que generar espacios para adolescentes. Yo trabajo con Marie Rose Moró, que es una psicóloga española que trabaja en París, donde tiene una “Casa de los Adolescentes”. Es un lugar en donde los adolescentes pueden ir cuando no tienen nada que hacer. Allí se ponen a jugar entre ellos, se ponen a charlar con los educadores que los cuidan.
—¿Por qué cree que el aburrimiento es tan importante?
—Desde mi forma de ver, aburrirse lleva a intentar generar con lo que tengo algo que me entretenga, aunque más no sea tirarse boca arriba y buscar formas en las nubes. Eso es muy creativo. Siguiendo la teoría de Donald Winnicott, el aburrimiento es la base de la creatividad. Cuando tenemos un bebé en una cuna y el bebé se queda mirando su peluche, lo mira, lo toca, lo lame, lo acaricia, uno piensa: “¿Está aburrido ese bebé o está creando un objeto?” Está creando un objeto, está relacionándose con el juguete. Resulta que si lo lleno de actividad, ese bebé no va a crear. Eso es lo que pasa hoy con los niños más grandes: no dejamos que se aburran, por lo tanto tampoco dejamos que sean creativos, porque les damos demasiado material: “Estudia inglés, estudia francés, estudia me da igual qué. Pero no te aburras”.
—¿Qué rol cumple la tecnología en medio de este panorama que plantea de hiperestimulación y soledad?
—Los papás muchas veces enchufan a los niños a sus tablets, a sus propios smartphones para mantenerlos entretenidos en un restaurante, por ejemplo, y no hablan con ellos. A mí me preocupa la falta de comunicación intergeneracional, que, en vez de darles el celular, no se juegue en familia mientras se espera la comida. Podrían hacer un veo veo o adivinar personajes o algún juego de palabras. Las situaciones familiares tienden a eliminarse. Cuando empecé a trabajar, me llamaba la atención que todo el mundo estaba enchufado a la televisión. Cuarenta y dos años más tarde, veo que todo el mundo se ha enchufado a algo, a diferentes cosas, para no aburrirse.
—Por último, le quiero preguntar, ya que hablamos de recomendaciones para padres, ¿qué le recomendaría hoy a los adolescentes?
—Que se comuniquen más entre ellos, que busquen lugares de encuentro. Y que no estén pendientes de llamar la atención de los adultos, porque ya llegará, pero, por lo menos, que se hagan caso entre ellos, que hagan tribu. Hay una famosa frase que dice: “Para criar una persona no se necesitan unos padres, se necesita una tribu”. Entonces, ¿qué está pasando en la tribu? Cada uno está tan en su película que no nos estamos ocupando de lo que le pasa al de al lado. La tribu se quedó inundada de tanta liquidez. La gente está por el hiperconsumo y todo es muy fluido, pero la solidez del hombro de un amigo es lo que tenemos que recuperar.

