BEIRUT.– Hasta su muerte en un ataque aéreo israelí, en los suburbios del sur de Beirut, Haytham Ali Tabtabai había logrado lo que pocos dentro de Hezbollah: sobrevivir, ascender y consolidarse como el cerebro operativo de una organización diezmada por los bombardeos de Israel entre 2023 y 2024. Su eliminación representa el golpe más significativo contra la segunda generación de mandos del movimiento chiita, respaldado por Irán, y confirma el empeño de Tel Aviv en impedir que la milicia recupere su capacidad militar pese al alto el fuego vigente desde hace un año.
Nacido en el Líbano, de padre iraní y madre libanesa, Tabtabai no pertenecía al núcleo fundador surgido en los años ochenta, pero sí encarnaba el molde de comandante disciplinado y pragmático que la organización necesitó para expandir su presencia regional. Según una fuente de seguridad libanesa de alto rango, formó parte de la generación que se desplegó en Siria y Yemen para sostener a los aliados de Teherán en los conflictos que redefinieron el equilibrio militar de Medio Oriente.
Su trayectoria interna estuvo marcada por un ascenso constante. El ejército israelí afirma que se unió a Hezbollah en la década de 1980 y que ocupó posiciones claves en la Fuerza Radwan, la unidad de élite destinada a operaciones especiales y ofensivas transfronterizas. Esa estructura fue prácticamente desmantelada por Israel durante la guerra del año pasado, pero Tabtabai logró sobrevivir a varios ataques, tanto en territorio sirio como en el propio Líbano. El Centro Alma, un instituto de investigación israelí, lo consideraba uno de los cuadros más resilientes del aparato militar de Hezbollah.
Durante la guerra de 2023-2024, su influencia creció de manera decisiva. Dirigió la división de operaciones y asumió responsabilidades cada vez más amplias a medida que Israel eliminaba a comandantes de alto rango, entre ellos Ibrahim Aqil y el histórico líder Hassan Nasrallah. Esa sucesión forzada lo situó en un lugar central: al entrar en vigor la tregua negociada por Estados Unidos, Tabtabai fue designado jefe del Estado Mayor, encargado de reconstruir y reorganizar una estructura marcadamente golpeada.
Washington ya lo tenía en la mira desde hacía años. En 2016, el Departamento de Estado lo designó como terrorista internacional, lo señaló como líder de las fuerzas especiales de Hezbollah en Siria y Yemen, y ofreció hasta 5 millones de dólares por información que permitiera dar con su paradero. Las sanciones reflejaban su creciente peso dentro de la organización, pero también su capacidad de operar en varios frentes sin exponerse públicamente.
El ataque que lo mató —o cuyo objetivo era él, según fuentes israelíes y libanesas— ocurrió en una ruta principal de los suburbios del sur de Beirut, un bastión tradicional del grupo. Residentes relataron haber escuchado el rugido de aviones de combate antes de la explosión que provocó pánico y dejó al menos dos muertos y más de dos decenas de heridos. Funcionarios estadounidenses aseguraron que Israel no informó a Washington con antelación, aunque sí era sabido que planeaba intensificar sus operaciones en territorio libanés.
La muerte de Tabtabai, anunciada por el ejército israelí, constituye una acción excepcional en tiempo de cese del fuego y subraya la importancia que Tel Aviv le atribuía. Como jefe de Estado Mayor, trabajaba —según Israel— para restaurar la preparación de guerra de Hezbollah, un objetivo que lo convertía en un blanco prioritario.
En una organización marcada por la clandestinidad y el culto interno a la resistencia, Tabtabai representaba el modelo del operador eficiente, con experiencia de combate regional, lealtad a la jerarquía y capacidad para reorganizar un aparato militar bajo presión constante. Su muerte reabre interrogantes sobre la futura conducción operativa del grupo y expone la fragilidad de su intento de recomposición tras la devastadora guerra reciente.
Agencias Reuters y AP


