Un sector de la población está dejando de vacunarseUn sector de la población está dejando de vacunarse

Vacunación: cae la cobertura y no se dimensionan las consecuencias

2025/11/20 11:05

“La ciencia es básicamente la inoculación contra los charlatanes”, es una definición que destacó un astrofísico, escritor y divulgador científico estadounidense, Neil deGrasse Tyson. Algo que identifica este momento confuso que atraviesa la humanidad donde los “charlatanes” le están dando batalla a los avances de la ciencia, basados en proyecciones, miradas sesgadas por creencias más sostenidas en la fe o la creencia fetichista que en los logros empíricos que consiguió la ciencia a través de la historia.

La polémica ya dejó de serlo para transformarse en un problema para toda la humanidad: un sector de la población está dejando de vacunarse. Lo hace simplemente porque ya no cree en la importancia de las vacunas, en el mejor de los casos, o porque cree que éstas son nocivas, y basan esta última postura en mentiras o en casos aislados que tuvieron demasiada repercusión o bien fueron utilizados para fundamentar las falsedades mencionadas.

Y la Argentina no es la excepción: La Sociedad Argentina de Pediatría, tomando lecturas de datos provenientes de informes oficiales, reveló que en 2024 ninguna de las vacunas evaluadas alcanzó la meta programática del 95% necesaria para asegurar la inmunidad colectiva. Y aquí lo alarmante. ¡Varias dosis estratégicas se encuentran incluso por debajo del 50%! Esto es un país que supo tener uno de los cronogramas de vacunación obligatorio y accesible (gratuito) entre los más importantes del mundo. Pero hay otro dato que alarma aún más: la vacuna triple viral, aquella que supo erradicar el sarampión, la rubéola y las paperas, que se aplica a los cinco años -justo antes de ingresar al primer grado escolar- tuvo una caída en su cobertura de 44%, ya que entre 2015 y 2019 alcanzaba el 90% y el año pasado solo fueron inoculados el 46% de los que les correspondía, y esto es muy grave, porque, según la SAP, alienta a un riesgo serio de reaparición de sarampión y rubéola en el país.

La baja aplicación de vacunas se da con otras inyectas también, como el refuerzo contra la poliomielitis, que se aplica a los cinco años, que descendió del 88% al 47% también en estos últimos cinco años, mientras que la triple bacteriana celular, también administrada a esa edad, pasó del 88% a apenas 46%.

Basta ver las fechas y el cronograma para deducir que la pandemia por el Covid dejó serias secuelas en las sociedades en cuanto a su confianza en las vacunas. Fue tan traumático el proceso pandémico, cargado de debates alrededor de vacunas que no tenían el tiempo habitual de prueba (y que, dada la emergencia mundial, tuvieron que aplicarse para controlar el virus, con éxito también) y tantos los que dijeron y enarbolaron teorías poco corroborables que se contaminó la conversación pública de manera dañina. A partir de allí bajó la confianza general de parte de la sociedad en le efectividad de las vacunas.

Un estudio, publicado en 2023 por la Fundación Bunge y Born ya daba cuenta que el índice de Confianza en las Vacunas (ICV) había caído casi 8 puntos solo si comparamos un antes y después de la pandemia, alcanzando un indicador positivo de 85,9 puntos, en 2023 (postpandemia) lo que significan 7,8 puntos menos en 2019 (prepandemia), cuando fue de 93,7 puntos. Era algo que se venía venir.

Pero, además, tomaron fuerza en el mundo los movimientos antivacunas, con sus teorías conspirativas y salidas con poco apego a la ciencia. Resulta increíble que sean justamente las vacunas las que tengan que rendir cuenta de su eficacia y de su aporte al desarrollo de la humanidad siendo, quizás, la demostración más poderosa, junto a la penicilina, del poder positivo de los avances de las ciencias médicas que lograron durante el siglo XX llevar la esperanza de vida global, que en 1900 era de aproximadamente 32 años, a casi 80 años como es en la actualidad. Las vacunas erradicaron enfermedades como la poliomielitis, la viruela, el sarampión, la rubéola, la tos convulsa, la difteria, la varicela, el papiloma humano, entre otras. Sin embargo, en los últimos días, algunas de estas enfermedades fueron reapareciendo al punto que llevaron a varios organismos internacionales a llamar la atención a los países por los distintos brotes que se fueron dando. Esta semana la Organización Panamericana de la Salud anunció que América ya no es una región libre de transmisión endémica de sarampión, un estatus que se había alcanzado hace más de dos décadas. Los casos crecieron de manera alarmante desde 2023 y la caída de las coberturas de vacunación -como mencionamos antes, que deberían superar el 95%- dejó a millones de personas expuestas al contagio.

Consultado esta semana en Radio República, el infectólogo más reconocido de Córdoba, el Dr. Hugo Pizzi, dijo que esta baja de la cobertura “nos costará una o dos décadas para volver a controlar las consecuencias”. Existe mucha preocupación en el mundo académico local, entre los infectólogos y pediatras por la brutal caída de la cobertura de vacunación, no es para menos, en los últimos meses, en el país, se registraron 7 muertes por coqueluche o tos convulsa, una enfermedad que estaba guardada en la historia pero que reaparece y genera preocupación.

Los movimientos antivacunas y las redes sociales fueron y son perjudiciales y son responsables de generar dudas, incluso insistiendo con datos “falseados” o recurriendo a teorías ya demostradas como incomprobables, como es aquella que dice que “las vacunas llevan al autismo a nuestros chicos”. Algo basado en una publicación de la prestigiosa revista de divulgación científica The Lance, que en 1998 publicó una investigación preliminar que decía que doce niños vacunados habían desarrollado comportamientos autistas e inflamación intestinal grave. Lo que tenían en común, según el estudio, era que los niños tenían restos del virus del sarampión en el cuerpo. El autor de esa teoría fue el Dr. Andrew Wakefield, abriendo una polémica que duró años, que involucró al autor en un “conflicto de interés comercial” -estaba detrás de una patente para un laboratorio- tanto fue así que en 2010 el Consejo General de Medicina de Reino Unido falló que Wakefield “no era apto para el ejercicio de la profesión”, calificando su comportamiento como “irresponsable”, “antiético” y “engañoso”. Por su parte, la revista The Lancet se retractó del estudio publicado una década antes, diciendo que sus conclusiones eran “totalmente falsas. Sin embargo, el daño ya estaba hecho en parte de la opinión pública.

Pero más allá de todo este derrotero, que busca encontrar respuestas en este alarmante problema que atravesamos, cabe la pregunta: ¿qué están haciendo las autoridades argentinas respecto a este tema? No se las ve preocupadas, parece increíble que no exista una alarma de parte del Ministerio de Salud y de las autoridades sanitarias provinciales. Hace falta una campaña aguerrida para tratar de llevar a las familias a que vacunen a sus hijos, a cumplir con la ley. No es posible que no se hable de concientización sobre vacunas en un momento tan delicado con una baja de la cobertura de 40% de nuestros niños. Algunos ofrecen como salida volver a vacunar en las escuelas, notificar a través de la autoridad escolar o poner restricciones a algunas actividades si los niños no tienen el calendario completo de vacunación exigido por ley. De hecho, esta es una de las “obligaciones” que exige la Asignación Universal por Hijo para cobrar el recurso, junto con la escolarización obligatoria.

No puede pasar por alto esto para las autoridades políticas, hay que volver a hacer docencia con las vacunas, no se puede esperar más para luego correr detrás de las consecuencias. Para colmo de males, la diputada nacional Marilú Quiroz (Pro) organizará un evento en el mismo Congreso Nacional para cuestionar la vacunación obligatoria: “hay que escuchar todas las voces” dijo, mientras habla de “llevar una vida sana, alimentación sana con más contacto con la naturaleza”, desconociendo que la ciencia ya demostró que esto es insuficiente para contrarrestar las enfermedades que se previenen con vacunas y que más de la mitad de los chicos del país son pobres y conviven con carencias e inseguridad alimentaria, un factor social imposible de compatibilizar con su propuesta. Para ese fin invitó el abogado Julio Razona, quien consideró la invitación como “una oportunidad única para que se debata sobre el fraude sanitario, el envenenamiento masivo y la derogación de la ley de vacunación por la fuerza”. Si de eso se va a hablar en el Congreso, ¿qué esperar de otros ámbitos?

Eso sí, esta semana Quiroz, ante una pregunta del colega Jairo Straccia, dijo que en su campo tenía vacas y reconoció que eran libres de aftosa “gracias a las vacunas”.

No encontró un mejor remate.

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